22 de febrero de 2014

El piso 13

El mundo en el que vivimos (al menos el que he conocido hasta ahora y por el que puedo hablar) se ha desarrollado de una manera similar siempre: casas agrupadas en bloques, sitios de recreación cercanos y la configuración de comunidades de acuerdo a la masa resultante, toda ella comunicada a través de caminos que organizan el flujo de movimiento (el poblado busca ser, también, un contenedor del caos). Al mismo tiempo, la lógica y el lenguaje de cada comunidad han edificado una estructura acorde a la distribución del espacio en el que viven. Desde indicaciones para llegar a un lugar hasta dichos y refranes la cultura está completamente ligada al espacio en el que se gesta.
Teniendo esto como referencia me parece curioso el papel que han tomado los caminos y las rutas. Si bien son facilitadores y organizadores del tráfico, los caminos también se han impuesto (al menos en la mente de las personas) como la única manera de moverse, y tengo la teoría de que se debe a la aparición de los automóviles.
En carro es rara la manera de, por ejemplo, llegar del punto A al punto B en una línea recta porque siempre hay edificios y calles y un montón de cosas que te estorban. Sin embargo la cultura del automóvil es tan fuerte que es posible verla reflejada incluso indirectamente en otras cosas como la señalética urbana (que contempla al carro como principal o único medio de transporte, mientras que el peatón es apenas alguien que pasea), la noción de exploración (como pensar que la persona aventurera necesita de una Jeep o los mismos ejemplos en anuncios y películas donde una 4x4 es el primer paso para la aventura), hasta la configuración de la ciudad misma. En este sentido es interesante la filosofía del parkour: llegar de un lugar inicial a uno final en la ruta más recta posible. Quienes lo practican tienen que ser fuertes y hábiles porque hay siglos de desarrollo poniéndose en su camino. Sucede algo similar con atravesar un desierto o estar perdido en un bosque, donde los únicos caminos los ha hecho la naturaleza y los deshace tan rápido e imperceptiblemente como llegaron ahí. Estar perdido no es solamente no saber llegar: es también no conocer el camino.
Otro punto más para terminar de armar esta red y llegar a lo que quiero llegar: Cuando viajé a Veracruz fui con mi familia en carro. Estando allá mi papá y yo salimos a recorrer un poco las calles sin rumbo fijo, a pie, porque a mi mamá le cansa caminar grandes distancias y además veníamos con unos tíos que ya no pueden caminar mucho; sin embargo mi papá y yo no queríamos quedarnos sentados nada más, así que decidimos salir. Platicando llegamos a la conclusión de que existen detalles que se pierden al ojo del automovilista, desde grafitis hasta el comportamiento de las personas locales, y que entonces el automóvil, esa gran coraza de metal, además de protegerte también te priva. La conclusión de ese entonces ahora me parece parcial: los lugares por donde anduvimos son los que nos impuso la ciudad misma, llevándonos a través de sus calles, pero puede haber todavía más allá de sus casas y gente y vida cotidiana. Hay caminos que no existen (diferentes y a la vez similares a los caminos de los que habla Antonio Machado), caminos bloqueados o, por puro tabú, caminos a los que no iríamos (como un bosque de espinas en los cuentos de hadas); es la misma cultura del automóvil la que ha definido esto y la que hace creer que un sitio al que no puedas llegar en coche es un sitio que no existe. Hay entonces un mundo conocido y dentro de él hay otro más.

El otro día Felipe nos llevó a mí y a otros dos chicos a conocer una caleta escondida, casi virgen. Para llegar tuvimos que alejarnos de la población y atravesar por muchos sitios en donde había construcción. Me recordó a El piso 13. En la película, los personajes están al borde (al borde, bonito juego de palabras) de descubrir una puerta trasera para el que consideran su único mundo y que nosotros como espectadores sabemos que es virtual, un mundo adentro de una computadora. Cuando se resuelve la trama <SPOILER ALERT>, la mujer protagonista (no recuerdo cómo se llama) recuerda que hay un lugar que siempre le fue prohibido, al que nunca tuvo acceso primero por imposición de sus padres y después porque no tenía razones para ir hacia allá. Lo que decide hacer es, naturalmente, romper su tabú e ir al lugar. Es un sitio barreado por constante construcción, señales de NO PASE, quizá difícil de llegar y cuando ella lo cruza se da cuenta de algo: el que ella consideraba el único mundo, el mundo, no es sino un fragmento de algo mayor, desconocido y las restricciones eran solo la el límite por donde podía acceder a ese otro mundo </SPOILER>. Sucedió en la caleta casi de la misma manera y tuve un sentimiento similar. El piso 13 es una buena metáfora de la experiencia inicial del viajero.

(Los caminos escondidos)

1 comentario:

  1. Quizá en el fondo el explorador es esa persona que avanza por los caminos que otros no han franqueado o que muy pocos se han atrevido a pasar. Explorar muestra que la tierra no se conecta de un punto a otro por rectas, sino por curvas que van y vienen... ¿Y a donde llegan? Esa es posiblemente la premisa del caminante: Los caminos conectan unas con otras maravillas, unas con otras neuronas; unos con otros planetas y lo mejor lo más sorprendente siempre está por ser descubierto.

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