17 de febrero de 2014

Hallar modos

Desde siempre he sido torpe, torpe casi siendo desorganizado. Un amante del caos, pues. En cuanto decidí viajar, a las preguntas que cualquiera se haría (cómo voy a sobrevivir, a dónde voy a llegar, qué quiero conocer) se sumó una muy importante: ¿cómo le voy a hacer? Toda mi vida he sido hombre de pocas cosas y aún así elegir qué objetos llevar en mi mochila (de 48 litros, un espacio de nada) fue una tortura.
Es como querer tomar toda tu habitación y meterla en un espacio que puedas cargar. Por eso el vagabundo clásico, el que carga con una bolsita amarrada a un palo, me da ternura y a la vez coraje: porque cómo le va a hacer para vivir con lo que hay ahí.

Mi preocupación se elevó al segundo o tercer día de viaje: para usar una cosa tenía que desmontar en buena medida la mochila, abrir y cerrar bolsas de plástico (que contienen los objetos para que, en caso de lluvia, no se moje nada) y armar de nuevo todo. Un lío. Aún tengo el temor de olvidar cosas por la poco útil costumbre mía de ser despistado (hoy no encuentro una playera, por ejemplo, y ni siquiera sé si la traje o la alucino). En una situación así resulta más fácil dejar atrás cosas y hacerse cargo de lo poco que se lleva, sin embargo es complicado deshacerse de la ropa que traes y los objetos más necesarios (como el Suavitel, ajá). Estamos envueltos en una cultura que valora la obtención y acumulación de bienes como para dejarlos ir así de fácil (y, en secreto, quizá es esta una de las razones por las que me emociona viajar). He leído, además, la frase: mejor viajar con pocas cosas y con espacio para lo que vayas acumulando en el viaje. Creo que es cierto. Cargo dos libros y quiero quedarme solamente con uno para irlo intercambiando de lugar en lugar; ese tipo de cosas.


Hallar modos. Porque el que es organizado siempre lo será y el que no lo es nunca va a serlo, pero hay maneras. Es similar al aprendizaje más básico en los niños: te das de golpes hasta que aprendes que saltar en la cama, por muy divertido que sea, puede lastimarte. Pero entonces no dejas de hacerlo; lo repites, solo que ahora tomando precauciones con lo aprendido, aunque esa es otra historia. Es cosa de cada persona que halle la manera de darle una vuelta de tuerca al asunto y, sin ser esencialmente organizado, no haga de su desorden una desventaja.


(En la foto olvido acomodar el botiquín, que no lo saqué de la mochila, pero ahí está)

1 comentario:

  1. No me imagino a alguien tan chiquito, con tanta cosa a cuestas

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