28 de abril de 2014

Back on track

Hoy salgo para Sisal para empezar el tour por el estado de Yucatán. Dale, a hacer que valga la pena.

26 de abril de 2014

Consejo no. 5

El consejo número 5 no está relacionado directamente con viajar. Surje de un post en facebook sobre un horno solar hecho con cajas de cartón (acá la dirección con el pdf que trae las instrucciones para fabricarlo) y tiene que ver con todas las cosas que en un mundo civilizado encontramos en la vida cotidiana y que no estamos acostumbrados a pensar de ellos como objetos dispensables.
De unos años para acá, y conforme más gente a mi alrededor se interesa en el tema ecológico-sustentable-ambiental-renovable-hecho a mano, cada vez me he encontrado con más soluciones alternativas para tener prácticamente todo lo que una casa moderna puede considerar necesario, y que una casa pobre consideraría un lujo: luz sin necesidad de electricidad, hornos sin necesidad de gas o leña, utensilios y herramientas producto de la transformación de la basura, recetas y autosuficiencia agrónoma, inclusive un refrigerador que funciona sin electricidad, desarrollado para tener un método de preservar la comida en algunas partes de África, donde el calor es insoportable, etcétera. La lista se vuelve extensa y al final se resume en el corazón de este consejo: hay muchas, muchísimas alternativas para que la insuficiencia económica no sea atroz; todas ellas son el resultado del desarrollo en paralelo del conocimiento científico y tecnológico. Y todo está en internet. ¿Pero cuánta gente lo hace?
Son muchos quienes comparten el conocimiento (rebloguear, repostear, compartir) pero pocos se dedican a llevar a la práctica estas cosas. Y tiene que ver, sospecho, con la facilidad que nos han dado las máquinas para hacer los trabajos de forma rápida y así podamos seguir con la acelerada lista de  choses à faire. Lo no dicho de estas tecnologías alternativas es que requieren de tiempo y dedicación, por una parte, y de esfuerzo físico y mental, por otra. Porque la salida fácil es siempre tentadora pero es importante tener en mente prioridades y saber, de verdad saber, si ser sustentables y renunciar a la vida sencilla, es lo que queremos. Hacer el experimento es bueno. Y todavía más gratificante es aprender del funcionamiento de las cosas por mano propia, porque eso es lo que posibilitan todos estos experimentos: conocer nuestro entorno, nuestra química y física y aprender.
El consejo lo diría así, entonces:
No dejar de aprender.

19 de abril de 2014

Descanso en Mérida

Llegué a Mérida un domingo, después de pasar la mañana en un muestrario de comida maya y salir un poco apresurado para alcanzar aún de día llegar a la capital de Yucatán. Después de largas esperas conseguí un ride que me llevó de Carrillo Puerto hasta Peto, más o menos la mitad del camino. El ride: un hombre amable aunque malhumorado por un dolor de muelas. Ya era tarde para cuando conseguí el milagro del segundo ride (imaginaba que me quedaría a dormir en la carretera o pediría posada, pues, quiénsabe dónde): un señor que estaba a minutos de ser abuelo pero que había que tenido que salir desde Chetumal hasta Mérida para devolver un carro por cuestiones de trabajo; estaba muy contento porque sería abuelo y, para mi suerte, me vio muy agobiado y con mucha maleta así que se apiadó de mí, con todo y que no suele dar rides (me han tocado ya muchos que agarro contentos pero no están acostumbrados a levantar gente; será que así es la cosa, de suerte). Total, tras uno de los atardeceres más curiosos que nunca había visto cruzamos un puente elevado y, tras, ahí está Mérida. Grande ciudad, grande. Me abrumó.
Fer me recibió en el pequeño cuarto que renta, me ha llevado a conocer a sus amigos, algunas cantinas y un poco de Mérida. Similar al DF en lo inabarcable, en lo centralizada y expandible, en lo cochina y pintoresca. Me abruma. Esta ciudad es demasiado grande para mí, mucho que ofrecer disfrazado de nada, o al revés. Con el perdón de los dioses, le perdí ya el interés. Hemos pasado el tiempo viendo películas, descansando, yendo a la tienda por víveres, platicando sobre todo. Me recuerda al estilo de vida que siempre he tenido y ahora que vuelvo a pensar en moverme, me siento oxidado. Apenas unas semanas de descanso para no perder la costumbre, pues.
Acá estamos, mientras escribo esto ella teclea algunas cosas más y los murciélagos vuelan afuera, se escuchan sus troniditos, el ventilador dando vueltas mientras las aspas giran. Quiero ya colgar la hamaca y dormir dormir dormir.

13 de abril de 2014

Consejo no. 4

Este más bien es un tip: si nunca fuiste boy scout (mi caso) o nunca te interesaste por ser marinero, vendría bien como fuera saber de cuerdas y nudos. Los nudos pueden hasta salvar o arruinar vidas (exagero, claro, pero son importantes). El nudo normal, el fácil, con el que se amarra uno los zapatos, es impráctico para cierto tipo de necesidades y existe un sinfin de nudos para todo tipo de ocasión.

Aprende sobre nudos.

Este es un tipo de conocimiento muy práctico y utilizado desde tonterías como la manera de amarrar una hamaca (para mantenerla a la mano y sin gastarla innecesariamente, claro está) hasta sujetar algo a tu mochila y que tengas la seguridad de que no se caerá con el movimiento.
Acá una página que se ve completa en el tema y con videotutoriales sencillos de seguir.

8 de abril de 2014

Consejo no. 3

Estando en casa de Ana, preparándonos para la demostración de comida maya que daríamos a ciertos chefs e invitados, el suegro cuyo nombre no me aprendí se apareció con lo que parecían hojas de árbol secas. Explicó que hubo hace unos cien años una plaga de langosta que acabó con muchos de los recursos que usaban y que se vieron en la necesidad de aprender nuevos métodos, adaptarse a esa carencia y junto con ello, renovar sus herramientas.

El monte provee, 

dice, y explica que lo que trae no son hojas sino corteza del árbol de la amapola, que cortó y dejó secar. Entonces, ya sentado, toma una de las tiras de corteza seca, la divide en dos por la mitad, hace rollito uno de los lados, hace rollito el otro lado y, después, hace rollito las dos tiras, esta vez para atrás. El método es más facil de entender si se ve, sin embargo es eso. Continuó haciéndolo mientras platicaba y, al cabo de un ratito, tenía ya un pedazo de cuerda trenzada. Esto lo saqué de la milpa, cuenta, y explica que cuando no existía el plástico era así como se hacían las cuerdas. Es muy resistente y, de nuevo, para hacerla basta con un machete y un poco de corteza de un árbol.

De la corteza del árbol de la amapola se puede hacer cuerda.

Termina diciendo que a los ancianos no se les debería de meter en el DIF, que quienes lo hacen con sus parientes es por sinvergüenzas y que mejor sería meterles un plomazo (al anciano). Que él lo agradecería más, dice. Los campesinos tenemos mucha energía y queremos trabajar. Y que nos escuchen, hay muchas cosas que los ancianos sabemos y que las generaciones más jóvenes deberían de ser capaces de aprender, pero no se interesan.
Lo de siempre. Pero el tip ahí está.

6 de abril de 2014

Segunda parada: Mérida

Hoy salgo a Mérida. Quintana Roo tuvo mucho que ofrecer y he aprendido mucho, sobre todo de la manera de viajar y las cosas por hacer (me hace falta actualizar el post de Quintana Roo con los nuevos lugares que he visitado: hay mucho más allá de la Riviera Maya). Pero es suficiente por ahora: es el turno de Yucatán, sus puertos, su comida, sus cantinas y el rendez-vous. Además que me gusta mucho el nombre: Mérida. Au revoir.

5 de abril de 2014

De pedires a pedires

Me sucedió algo inevitable: se me acabó el dinero. Aunque no es preciso, sí es muy cierto que no traía más que treinta pesos en el bolsillo y para sacar del cajero habían unos treinta disponibles (cantidad que no pude tener porque los cajeros no suelen dan billetes de 20). Lo demás lo tenía en una cuenta de paypal, que para pasar a la del banco faltaría esperar unos seis días hábiles. Y el otro demás era dinero por pagarse pero que aún no era mío. Total: se me acabó el dinero pero eso no es lo peor: se me acabó el dinero en la noche, sin posibilidad de conseguir ride, a mitad del trayecto que debía que recorrer y no conocía a nadie en el lugar. La desdicha.