22 de marzo de 2014

...y desde Belice

Otra de las decisiones que imprudentemente tomé sin mucho pensar fue ir a Belice. Habiendo decidido ir a Bacalar quise aprovechar el tiempo disponible y conocer el norte de Belice, así que busqué hospedaje (Kevin de Couchsurfing me respondió realmente rapido y aceptándome como su huesped) y con eso fue suficiente: cuatro días después de haber llegado a Bacalar me iba, esta vez para Belice.
Bacalar fue un gran lugar, lo recordaré por mucho tiempo como el primer sitio con el que me sentí identificado y del que aprendí cosas. El dueño del hostal en el que me quedé, Edmundo, fue muy amable y pasamos un buen rato platicando de la historia del lugar (él más que yo, debido a que él ha vivido ahí desde siempre, lo conoce, es apasionado de la historia y, bueno, yo era el visitante). Fui muy atento y la laguna de los siete colores, aunque increíblemente rica para descansar, no fue -por mucho- lo que más me gustó. Cuatro días ahí fueron apenas suficientes para conocerlo. Además de cocinar arroz y frijoles por primera vez, yo solo, la otra razón por la que lo recordaré de siempre es porque ahí empecé a perder el miedo a pedir rides (algo nuevo para mí). Llegué de ride, visité unos pueblos cercanos yendo en ride y lo consideré ya parte de algo que haré por mucho tiempo.
Belice fue, por otro lado, una gran sorpresa. No solo había pensado que no iría sino que además es el lugar que mejor me ha recibido. Hablaré más a detalle en otro post, pero puedo decir con total seguridad que no quería irme de ahí. La gente es la más cálida que he conocido y hablé hasta con los vagabundos, que tenían cosas que decir. Llegué sin haber investigado casi nada de Belice, lo cual fue una ventaja (pues pude vivir la vida beliceña de boca de sus habitantes) y una descortesía aventurosa. Apenas cinco días bastaron (y no, falta el resto del país).
Por alguna razón le agarré cariño a cierto momento cualquiera al momento de mi llegada: Edmundo (el primo de Kevin) (y sí, otro Edmundo) y yo, hablando de cualquier cosa mientras esperábamos a que llegara del trabajo Kevin, y un montón de cenizas cayendo del cielo. La caña de azúcar que se está quemando, me dijo Mundo. No olía nada mal.

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